sábado

CONCLUYE HOY EL FESTIVAL DR. ALFONSO ORTIZ TIRADO

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ENTUSIASMO EN LAS CALLES DE LA CIUDAD DE LOS PORTALES
Carlos Zapién, tenor y Rogelio Riojas-Nolasco, Pianista

ÁLAMOS.-Interesantisimas han resultado las últimas tres noches de gala del 24 Festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado el cual se acerca a su fin.
La penúltima noche de actividades en el Palacio Municipal de Álamos tuvo un claro sabor local, ya que su protagonista fue un joven tenor sonorense, Carlos Zapién, quien además de ofrecer un interesante recital, fue galardonado con el premio como Revelación Juvenil Sonora 2007.
A lo largo del recital cantado por Zapién con el acompañamiento del pianista Rogelio Riojas-Nolasco, fue evidente que el joven músico de Ciudad Obregón está perfectamente consciente del momento de desarrollo por el que atraviesa su voz, ya que el repertorio elegido se ajustó sin dificultades a sus características individuales de color, registro y dinámica. Dicho de otra manera: Carlos Zapién propuso un programa en el que no intentó rebasar las posibilidades actuales de su voz, lo que le permitió transitar con fluidez por el repertorio abordado.
Muy apegado a la línea ya habitual en este 24 FAOT, Zapién inició su recital con un grupo de canciones italianas (Scarlatti, Gluck, Giordani y Bellini) inclinadas sobre todo a una vertiente lírica ligera, sin aproximarse a las profundidades dramáticas o heroicas de otros repertorios de mayor exigencia vocal.
En estas canciones, Zapién dio cuenta de una voz dúctil y de buen color, con un timbre educado y transparente. Como continuación de su recital, el tenor sonorense ofreció al público la primera muestra que en este festival se ha escuchado de la gran tradición del lied alemán, al cantar con delicadeza e intención tres de las piezas del ciclo Liederkreis de Robert Schumann, en las que Zapién dejó entrever las benéficas enseñanzas estilísticas de su maestro, Francisco Araiza, gran especialista en este tipo de repertorio.
En la segunda parte del programa, Zapién abordó sin los excesos expresivos que han demeritado algunas interpretaciones de otros participantes en el festival, algunas canciones de Tosti, para concluir con otra bienvenida propuesta musical: canciones españolas y latinoamericanas de concierto.
Especialmente atractivas en esta última parte del recital fueron las dos canciones de Joaquín Turina sobre textos de Campoamor, cantadas por Zapién con una discreta coloración popular española, muy de acuerdo con las interesantes armonías planteadas por el compositor en el acompañamiento pianístico.
Antes de concluir con una canción de Fernando Obradors, el tenor sonorense ofreció una de las más conocidas entre las delicadas canciones creadas por el compositor argentino Carlos Guastavino, La rosa y el sauce, perfilando correctamente ese carácter expresivo que está a medio camino entre la canción popular y la de concierto.
En suma, un recital sobrio, bien realizado, y que hasta el momento representa la única noche de gala en la que un programa de canto de concierto no se convierte en una especie de verbena popular. No faltó entre el público quien se quejara por la falta de complacencias después del programa, pero ciertamente hay que agradecerle a Carlos Zapién, entre otras cosas, haber traído un poco de cordura y estilo a las noches de gala del FAO
Rocío Olalde y Joachim Saxenborn
La noche del jueves, el evento principal del Festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado que se lleva a cabo en Álamos estuvo a cargo de la soprano mexicana Rocío Olalde, el barítono sueco Joachim Saxenborn y la pianista rusa María Orlovskaya.
Desde el inicio del recital, el programa propuesto por este multinacional elenco resultó especialmente atractivo por apartarse de las líneas de conducta que hasta ahora habían imperado en el festival.
Para la primera sección de la velada, el repertorio estuvo conformado por un compacto e interesante grupo de canciones nórdicas, que lo mismo incluyó composiciones de autores conocidos (Sibelius y Grieg) como piezas creadas por músicos cuyos nombres no aparecen con frecuencia en las programaciones usuales (Peterson-Berger, Wikander, Rangström, De Frumerie).
Lo más interesante de esta primera parte del recital fue el contraste evidente (en alcance formal, en expresividad, en complejidad) entre la música de Sibelius y la de los demás compositores, dejando claro que el músico finlandés es, más allá de toda duda, el primero entre sus pares.
Fue notable el hecho de que si bien el público recibió con el debido respeto esta oferta de música nórdica, no llegó a emocionarse como lo ha hecho en noches anteriores con el repertorio italiano y latino, cosa que es por demás comprensible.
El programa tuvo una especie de breve interludio, dedicado a la ópera, en el que Rocío Olalde y Joachim Saxenborn cantaron sendas arias de Mozart (de La flauta mágica) y de Catalani (la famosa Ebben? Ne andrò lontana de La Wally).
La pieza de Mozart fue cantada por el barítono a través de una buena caracterización del personaje de Papageno, mientras que Rocío Olalde imprimió una buena dosis de drama verista a su versión de esa aria que se hizo relativamente famosa al aparecer en la película francesa Diva, de Jean-Jacques Beineix.
Para la última sección de su recital, los dos cantantes y la pianista volvieron a ofrecer algo fuera de lo trillado, al incluir tres arias y dos duetos de operetas vienesas, un género que no sólo suele estar ausente de las programaciones tradicionales de música vocal, sino que presenta interesantes características específicas en lo dramático, lo musical y lo lingüístico, todo ello muy apto para el aprendizaje del público.
Como ha ocurrido en alguna otra de las sesiones del FAOT 2008, la pareja formada (también en la vida real) por Rocío Olalde y Joachim Saxenborn cantó los duetos de opereta con algunas acotaciones teatrales mínimas.
Entre estos duetos, el público congregado en el Palacio Municipal de Álamos pudo reconocer, quizá, la melodía de uno de los más famosos valses de Johann Strauss Jr., Sangre vienesa, que antes de ser uno de sus elegantes valses de concierto fue parte de la opereta del mismo título.
A la usanza tradicional del evento, los cantantes ofrecieron al público, fuera de programa, algunas canciones mexicanas de concierto, lo que ayudó a elevar la temperatura de la fría noche sonorense.
Dante Alcalá, tenor y Ángel Rodríguez, pianista
El miercoles 23 el tenor mexicano Dante Alcalá y el pianista cubano Ángel Rodríguez se encargaron de realizar la sexta noche de gala del FAOT 2008 en Álamos.
Muy en la línea de lo que ha ocurrido en otros recitales del festival, la primera parte del programa estuvo dedicada básicamente a fragmentos de ópera y canciones de concierto, mientras que en la segunda el repertorio giró alrededor de la canción de corte más popular, y de la zarzuela.
Fue interesante notar que en las primeras piezas del programa, Dante Alcalá privilegió sobre todo sus registros medio y grave, por una parte mostrándolos al público y, por la otra, preparando su voz para escalar más tarde a otras alturas.
En la primera parte del programa resultaron especialmente logradas dos piezas: el aria Pourqoui me reveiller que canta el sufrido joven Werther en la ópera del mismo nombre de de Jules Massenet, y el famoso Lamento de Federico de La arlesiana de Cilea. En ambas, el tenor cantó con el poder necesario y con la expresividad adecuada para comunicar el contenido dramático de los textos.
En general, Dante Alcalá logró algo que en otras sesiones del festival no había estado del todo presente, que fue la clara distinción entre la manera de abordar cierto tipo de canción y la manera de cantar las arias operísticas de mayor contenido expresivo.
En la segunda parte del programa, resultó acertada su versión de una canción muy romántica y muy narrativa de Miguel Lerdo de Tejada, seguida de una de las grandes favorita de ese ámbito, No niegues que me quisiste, de Jorge del Moral.
Para la última parte de su recital, Dante Alcalá abordó con enjundia un área del repertorio con la que parece tener una clara afinidad, que es la zarzuela, cantando con el necesario tono heroico-romántico sendos números de Jacinto Guerrero y Federico Moreno Torroba, para seguir en esta misma línea en algunas de las piezas que cantó fuera de programa.
Para este último tramo de su presentación, el tenor mexicano invitó al público a cantar con él las canciones que se supiera.
Por suerte, nadie conocía bien los textos de las canciones, así que Alcalá siguió cantando solo.
Fue entonces cuando el público terminó por confundir este recital de festival con una parranda entre cuates y botellas, y comenzó a pedir las infaltables complacencias con gritos destemplados.
En la conclusión de la velada, y de manera un tanto forzada, el cantante se sacó de la manga el Cielito lindo que, ahora sí, fue coreado a gritos por el público presente.
Hay que decir que en lo musical, la mayor parte del recital de Dante Alcalá transitó con fortuna por sus diversas propuestas de canciones y arias.
Sin embargo, no estaría de más cuestionar la conveniencia de permitir, por un malentendido manejo (o manipulación) del público, que un recital de canto se convierta en una tertulia en la que imperan el desorden y la tiranía de los que gritan más fuerte.
No se trata, ni mucho menos, de la solemnidad, sino simplemente, de la seriedad.

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